domingo, 20 de abril de 2014

Sobre Ben Ezra. Por Mariano Gómez Aranda.








Abraham ibn Ezra (Tudela, Navarra 1089-1167?)
Autor | Mariano Gómez Aranda, Investigador del CSIC, Departamento de Biblia y Oriente Antiguo

Abraham ibn Ezra (Tudela, Navarra 1089-1167?)
Abraham ibn Ezra (Tudela, Navarra 1089-1167?)


Abraham ben Meir ibn Ezra nació en Tudela (Navarra), cuando la ciudad estaba bajo el dominio de los musulmanes. Aquí pasó su infancia y su juventud, formándose en el estudio tanto de la cultura judía como de la cultura árabe en sus diversos campos. Después de recorrer algunas juderías de la Península y del Norte de África ganándose la vida componiendo poemas y alabanzas para los patronos y hombres ricos de las altas esferas de la sociedad, Ibn Ezra decidió iniciar una vida de judío errante que le llevaría por distintas comunidades judías de Italia, Francia e Inglaterra.
Cuando Ibn Ezra llegó a Roma en 1140 se dio cuenta de que divulgar los conocimientos científicos que él había adquirido durante su etapa en al-Ándalus podía servirle como medio de vida. Decidió así componer una serie de obras en hebreo para enseñar a los judíos europeos la enorme riqueza cultural e intelectual de las tierras de las que procedía. Además de obras de astronomía, astrología y filosofía, Ibn Ezra escribió comentarios a la Biblia en los que utilizó las teorías científicas de su tiempo para explicar los significados del texto, consiguiendo así integrar el racionalismo científico dentro del pensamiento religioso, tan dominante en la época medieval.



Una de las grandes aportaciones de Abraham ibn Ezra al campo de la ciencia fue la difusión en países europeos de nuestro actual sistema de numeración. Su Libro del Número es un manual de aritmética de carácter pedagógico que tenía como objetivo explicar el sistema de numeración de posición introduciendo el concepto del cero. Ibn Ezra afirma que este método fue inventado por los sabios de la India y transmitido a Occidente por los musulmanes, gracias sobre a los escritos de al-Juarizmi. En su Libro de la Unidad, escrito algunos años después, explica este autor la relación entre los números y los atributos divinos con una intención claramente teológica, lo que demuestra el afán de Ibn Ezra por encontrar siempre conexiones entre la ciencia y la religión judía.
Entre 1146 y 1148 pasó Ibn Ezra una temporada en Verona. Las cuestiones del calendario judío, cómo establecerlo y cómo explicar las leyes en que se basa, le ocuparon gran parte de su tiempo y a ellas dedicó un tratado titulado Libro de la Intercalación. La fijación del calendario era de suma importancia para la práctica de la religión judía pues de ello dependía la celebración de las fiestas en los días precisos.

Su interés por explicar la Biblia desde un punto de vista racional comenzó con la composición de su Comentario al Libro del Eclesiastés. Este libro bíblico recoge afirmaciones sobre la inutilidad de las acciones humanas y la falta de sentido de los esfuerzos que se realizan en este mundo. Estas ideas podrían llevar al escepticismo más absoluto y al abandono de la fe en Dios. Ibn Ezra trata de solucionar este conflicto haciendo uso de sus conocimientos científicos. En su comentario al Eclesiastés, introduce la teoría filosófica neoplatónica de que el ser humano es un compuesto de una parte material, el cuerpo, formada por los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego), y una parte espiritual, que es el alma y que procede del mundo superior. Lo único que tiene sentido en esta vida, en opinión de Ibn Ezra, es la perfección del espíritu con el fin de alcanzar la sabiduría suprema que es la que lleva al conocimiento de Dios. El resto de actividades humanas no producen provecho, porque están sometidas a la suerte y al destino que los astros hayan determinado sobre ellas. En su Comentario al libro de Job explica que las desgracias que le ocurrieron a este hombre justo y honrado, que cumplía fielmente la ley de Dios, son una causa natural de la influencia de los astros en los seres humanos.
A su llegada a Provenza en 1148 Ibn Ezra compone su obra astrológica más importante: El Principio de la Sabiduría. Se trata de una introducción general a la astrología con la intención de explicar cómo actúan las influencias de los astros para poder evitarlas. Entre otros temas, señala las relaciones entre las partes del cuerpo, los signos del zodíaco y las enfermedades asociadas a cada uno de ellos, una idea que sería utilizada frecuentemente en la Edad Media para establecer los diagnósticos. Esta obra gozó de una enorme popularidad y en 1273 se hizo la primera traducción al francés, de la que proceden varias versiones posteriores al latín.


Uno de los aspectos de la astrología que más interesaban en la época medieval era cómo averiguar, a través de la posición de los astros, el momento más idóneo para realizar una determinada actividad humana. En su Libro de los Tiempos Elegidos, Ibn Ezra analiza esta cuestión a través del horóscopo y la posición de la Luna en las casas astrológicas.

Durante su estancia en Provenza, Ibn Ezra terminó su Comentario al Pentateuco. Sus opiniones acerca del origen del mundo se apartan de la interpretación tradicional de la creación de la nada. Según él, el relato del Génesis se refiere a la creación del mundo inferior exclusivamente que se formó por la mezcla de los cuatro elementos.

En 1158, Ibn Ezra decidió marcharse a Inglaterra. Allí tradujo al hebreo El Comentario de Ibn al-Mutanna a las Tablas Astronómicas de al-Juarizmi. Esta obra contribuyó en gran medida a convertir el hebreo, que hasta entonces se había utilizado casi exclusivamente para la religión, en lengua científica.





http://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/patrimonio/personajes/biografia.asp?id=34 





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