¡Feliz Navidad!... perdón, ¡Feliz Saturnalia!
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Mil
disculpas a ustedes amables lectores… me confundo con la festividad
navideña y con la Saturnalia. Es que, ustedes saben lo que dice el
dicho… “Lo importante no es llegar, sino llegar de primero” de ahí mi
confusión. Porque “Casualmente” coinciden en estas fechas la antigua
festividad romana con la más reciente celebración de la Natividad.
Las
Saturnales (en latín Saturnalia) eran una importante festividad romana.
El Sol Invencible (Sol Invictus) era otro de los dioses favoritos, cuyo
nacimiento se celebraba el 25 de diciembre. Se las llegó a denominar
"fiesta de los esclavos" ya que en las mismas, los esclavos recibían
raciones extras, tiempo libre y otras prebendas; eran como Navidad y
Carnaval al mismo tiempo. El Cristianismo de la antigüedad tuvo fuertes
problemas para acabar con esta fiesta pagana, intentando sustituirla.
¿Adivinen por cual fiesta Cristiana?
Las Saturnales se celebraban en honor al dios Saturno, (La fiesta del triunfo)
Se
celebraban del 17 al 23 de diciembre en honor a Saturno, Dios de la
agricultura, a la luz de velas y antorchas, se celebraba el fin del
período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o
nacimiento del Sol Invictus, 25 de diciembre, coincidiendo con la
entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de Invierno).
Probablemente
las Saturnales fueran la fiesta de la finalización de los trabajos del
campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el
ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos
los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo cotidiano.
Cuando
las tareas en el campo se terminaban y llegaba la noche más larga, los
romanos se relajaban, colgaban la toga en el armario, se vestían de
forma informal y se olvidaban por unos días de las reglas que les
oprimían durante el resto del año. Todo empezaba en el templo de
Saturno, con un estupendo banquete (lectisternium) y al grito
multitudinario de “Io, Saturnalia”.
Eran
siete días de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de
regalos. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de
Saturno (en principio el Dios más importante para los romanos hasta
Júpiter), al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de
Roma, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el
mundo. Los romanos asociaban a Saturno con el dios prehelénico Crono,
que estuvo en activo durante la edad de oro de la tierra. Durante las
Saturnales, los esclavos eran frecuentemente liberados de sus
obligaciones y sus papeles cambiados con los de sus dueños.
Oficialmente
se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro
romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público
festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma
no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de
diciembre. Las autoridades estatales se vieron obligadas a atender a la
costumbre popular, visto el fracaso que supuso intentar reducir a 3 ó 5
días de celebraciones. A finales del siglo I, las vacaciones judiciales
se prolongaron definitivamente a cinco días.
En
las fiestas Saturnales, los romanos amigos y familiares, se hacían
regalos como los que se hacen en la fiesta de la Navidad, ya que la
Navidad está basada en las fiestas Saturnales. Estas fiestas estaban
dirigidas por un sacerdote, que cambiaba según el dios al que se le daba
culto, el sacerdote se elegía en un colegio de sacerdotes..
Pero,
como ocurre ahora con la Navidad, también había quien no quería ni oír
hablar del tema: Plinio el Joven (63-113) cuenta que se aislaba en unas
habitaciones de su Villa Laurentina: “Especialmente durante la
Saturnalia, cuando el resto de la casa está ruidosa por la licencia de
las fiestas y los gritos de festividad. De esta forma, no obstaculizo
los juegos de mi gente y ellos no me molestan en mis estudios”. Cicerón
(106 a.C-43 d.C) también se refugiaba en su casa de campo.
Los
romanos salían a la calle a bailar y cantar con guirnaldas en el pelo,
portando velas encendidas en largas procesiones. La Saturnalia era una
ocasión para visitar a los amigos y parientes e intercambiar regalos.
Lo tradicional era regalar fruta, nueces, velas de cera de abeja y pequeñas figuritas hechas de terracota
Quizás
lo más curioso era el intercambio de roles: los esclavos actuaban como
amos y los amos como esclavos. Incluso se les dejaba usar las ropas de
su señor. Ese trato era temporal, por supuesto. Petronio (396-455)
hablaba de un esclavo imprudente que preguntó en algún momento del año
si ya era diciembre.
Los
hijos también invertían los papeles con sus padres y pasaban a ser los
jefes de la casa. Además, cada familia tenía que elegir un Rey de la
Saturnalia, o Señor del Desgobierno, que podía ser un niño. Ese “rey de
mentira” presidía las fiestas, y se le tenía que hacer caso, por muy
extravagantes y absurdas que fuesen sus órdenes.
Durante
las fiestas se cerraban las escuelas, los tribunales y las tiendas, se
paraban las guerras, se liberaba a los esclavos, y los romanos cometían
todo tipo de excesos con la bebida y la comida.
Era
la fiesta de la libertad y la desinhibición, y se organizaban juegos,
bacanales, bailes de máscaras y espectáculos desenfrenados que estaban
prohibidos el resto del año. Los cristianos utilizaban el término
“saturnalia” cuando querían decir orgía.
Al
final de la Saturnalia, el 25 de diciembre, se celebraba el nacimiento
del Sol Natalis Solis Invictis (nacimiento del sol invencible)
personificado en el dios Mitra. Aunque el culto a Mitra tenía orígenes
persas, se convirtió en la religión dominante en Roma, especialmente
entre los soldados.
Después
del día 25, empezaba el festival de Sigillaria, dedicado, sobre todo, a
hacer regalos a los niños: anillos, muñecos de terracota, sellos,
tablas de escritura, dados, pequeños objetos, monedas, y, ¡bolsas llenas
de canicas! Hay muchos bajorrelieves y documentos que reflejan a los
niños romanos jugando a las canicas durante la Saturnalia.
Durante
estos días, se decoraban las casas con plantas verdes, se encendían
velas para celebrar la vuelta de la luz, y se colgaban figuras de los
árboles. Pero no metían árboles dentro de casa. Los romanos sólo
adornaban los que estaban plantados en la tierra. La tradición del árbol
de Navidad tiene sus orígenes en el siglo XVI.
Legalización Cristiana
Hacia
la época del Emperador Constantino I (272-337), el cristianismo había
avanzado muy poco y Roma era predominantemente pagana. El mitraísmo era
la religión dominante y el cristianismo era ilegal. Pero Constantino I
cambió las cosas después de tener una visión, antes de una batalla, en
el año 312. Se dedicó a favorecer el cristianismo, sin dejar de rendir
culto a los dioses paganos de Roma.
Por
ejemplo, uno de los dioses romanos más populares era el Deus Sol
Invictus, y los romanos lo adoraban un día a la semana, el Dies Solis
(como en inglés, “sunday" = "día del sol”). Constantino, que era sumo
sacerdote en el culto a Sol Invictus, decretó que ese día fuese también
jornada de descanso y adoración para la los cristianos.
En
el año 321, Constantino legalizó el cristianismo, y declaró que el día
del “nacimiento del sol invencible”, que se celebraba el 25 de
diciembre, debía ser considerado como una nueva fiesta cristiana para
celebrar el nacimiento de Cristo. Con estas tácticas, no se alteraba el
calendario romano, y las tradiciones paganas se fueron adaptando al
cristianismo.
En el 350, el papa Julio I reconoció oficialmente el 25 de diciembre como la Fiesta de la Natividad.
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La
Navidad llegó a Egipto hacia el año 432, y a Inglaterra al final del
siglo VI. Alcanzó los países nórdicos a finales del siglo VIII.
En
la actualidad, los cristianos occidentales lo celebran el 25 de
diciembre pero los ortodoxos lo hacen el 6 de enero, basándose en las
referencias de un académico griego, Clemente de Alejandría, que a su vez
escribió sobre otro maestro griego, Basillides, que dijo que Jesucristo
nació el 6 de enero. Clemente se refiere a la Fiesta de la Epifanía,
que en España se celebra como el Día de los Reyes Magos.
Los
primeros estudiosos cristianos, como el teólogo Orígenes (185-253),
condenaban la celebración del nacimiento de Cristo “como si fuese un
faraón”. Decía que sólo se festejaba el nacimiento de los pecadores y no
de los santos. Hoy, algunos grupos fundamentalistas, como los testigos
de Jehová, no celebran la Navidad, por su origen pagano. Tampoco los
cumpleaños, por cierto.
Todavía
hoy, muchas culturas celebran el solsticio de invierno. Para los
pueblos indígenas, como aimaras, quechuas, rapanui y mapuches, la
llegada de estas fechas coincide con la tradición de agradecer por el
año anterior y pedir al padre Sol que retorne con mayor fuerza después
de su retiro invernal.
La
Saturnalia y las fiestas en torno al solsticio de invierno trataban de
la familia, la fertilidad, el cambio, la renovación, la protección, el
nuevo ciclo. Diciembre siempre has sido una época para la rebelión, la
celebración, la esperanza. Sería una buena idea adoptar algunas de esas
tradiciones paganas que se han perdido por el camino. Por ejemplo, el
intercambio de papeles: con los niños, con los empleados, con los
alumnos,... Frances Bernstein, en su libro Classical Living:
Reconnecting with the Rituals of Ancient Rome, dice: “¡Agita las cosas
un poco! ¡Haz lo inesperado! Porque estas acciones pequeñas recuerdan el
espíritu de la Saturnalia y tienen importancia religiosa, al
conectarnos directamente con la Naturaleza”.
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Amigo
Creyente Lector; hay dos buenas razones para considerar nuestra
tradicional celebración de la Navidad como una farsa más de los
manipuladores habituales de las masas como lo son la religión y la
política:
- Es muy probable que Jesús nunca existió de forma histórica, por lo que toda esta celebración es falsa y sin fundamento.
-
La celebración de la fiestas navideñas no es más que un simple copia o
adaptación de una fiesta pagana romana en honor al Dios Saturno; y que
la religión convirtió convenientemente en una fiesta Cristiana.
Pero
amigo lector no me malinterprete. No estoy en contra de celebrar estas
fiestas (estoy en contra de los motivos); Creo que cualquier pretexto es
bueno para celebrar en familia y compartir regalos, abrazos y buenos
deseos. Simplemente debemos tener bien clara la naturaleza de lo que
celebramos.
Por
esta razón le deseo a usted que lee estas líneas que disfrute al máximo
estas fiestas; lleguen estos deseos a su familia y seres queridos. Que
las personas que han leído algún artículo de este sitio y más aun las
que nos siguen y comentan, que tengan unos días de acercamiento y
reflexión, y sobre todo de descanso y renovación. Les deseo de corazón
lo mejor en estos días de festividades.
¡Io Saturnalia! ¡Ave Sol Invictus! ¡Feliz Navidad!... perdón, perdón de nuevo… es la costumbre…
¡Felices Fiestas!
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