jueves, 31 de diciembre de 2015

Libre albedrío y predestinación. Por John Frawley.









LIBRE ALBEDRÍO Y PREDESTINACIÓN
 

Traducida al español por Javier Güelfi, con la asistencia de Leah Cuperman.

Prefacio

En esta conferencia discuto ciertos puntos de la historia de la filosofía y la teología: dos temas sobre los que no sé nada. Mi única calificación para tratarlos es que soy un ser humano, y como seres humanos, nos corresponde un interés en la filosofía y la teología. Esta es una opinión personal: no es el evangelio inmortal o ningún tipo de lineamiento astrológico.

Si empiezas a preguntarte qué tiene que ver todo esto con la astrología – “¿Dónde están las cartas astrales?” – sigue leyendo y el propósito, espero, te será claro hacia el final. La razón por la que estos puntos son importantes, es porque en la historia de la filosofía de los últimos cientos de años, éstos han sido esenciales en la lucha por establecer que el universo es inteligible, que tiene sentido y que puede ser comprendido. Esto es algo que la filosofía moderna no acepta: esa filosofía vernácula que quizás te inculcaron en la escuela a través de escritores populares como el Sr. Dawkins, o por medio de cualquier programa sobre vida salvaje que hayas visto en la televisión. La idea de que el mundo no puede tener sentido, porque no hay una fuente desde la cual tal sentido se pueda derivar, una vez que Dios haya sido sacado de la ecuación. “Ah, se originó a partir del Big Bang.” “Ok, pero ¿Cuál es el origen del big bang?” “Ah, bueno, simplemente ocurrió.” “Ah, quedamos así entonces.”

Si el universo no tiene sentido, si no tenemos posibilidad de comprenderlo, si no tenemos un proceso a través del cual podamos entenderlo, ¿Por qué estamos perdiendo nuestro tiempo con la astrología? Si el universo no tiene sentido, lo que hacemos con la astrología es un disparate. Una vez conocí a alguien que decía ser un astrólogo ateo, pero el hecho de hacer esa declaración parece requerir cierta falta de reflexión. Esto me parece algo imposible, ya que si admitimos que no hay ninguna base de inteligibilidad en el universo, no hay manera en que la astrología tenga sentido. Estaríamos rastreando movimientos aleatorios y vacíos: un ejercicio totalmente insensato.

Estas ideas son también importantes en el largo debate sobre el escepticismo. Uso esta palabra en su sentido filosófico, no en el sentido en que lo usan los autoproclamados detractores de lo que sea que no entienden. El escepticismo es dudar, dudar de lo que pensamos, dudar de lo que percibimos. Acabo de chocar con el auto; se me desprendió la cabeza; me duele. “¿Cómo sabes que te duele? Quizás no es más que una percepción sensorial falsa.” “No, en serio, yo sé que me duele.” E importantes no solo en el debate sobre el escepticismo, sino también en el debate sobre el relativismo, con el “es verdad para mí”, esas palabras que tanto colorean las actitudes modernas, y con las que nos topamos tan a menudo en diálogos con tantos astrólogos que compran tales actitudes. Relativismo es, en realidad, una variante de moda del escepticismo: no existe verdad objetiva, por lo tanto “lo que es verdad para mí” es lo que cuenta.

Si vamos a considerarnos astrólogos tradicionales, es muy importante saber dónde estamos parados con respecto al escepticismo, el relativismo, y al pensamiento del mundo moderno. La astrología que hacemos es tradicional. Ok, ¿sobre y comparada con qué, exactamente? ¿Cómo nos definimos en relación a lo que no es tradicional?

Y debido a que la idea de que el mundo, el universo es inteligible, que tiene sentido, que puede ser entendido, depende de que exista un concepto de Dios, tal concepto también es extremadamente importante. Éste ha variado de forma considerable, como es discutido aquí, a lo largo de los últimos cientos de años.

Finalmente, la discusión implica asuntos sobre el tiempo. ¿Qué es el tiempo y cuál es nuestra relación con él? Y sobre la predicción: ¿Qué estamos haciendo cuando predecimos, y cómo es posible predecir? Con esto, no me refiero a las técnicas que utilizamos para una predicción exacta, sino a un sentido más básico: ¿Cómo es posible que alguien pueda predecir cualquier cosa? Desde aquí, alcanzamos el debate entre lo que es el libre albedrío y lo que es el destino; ¿Son éstas cosas irreconciliables o no?


Ahora sí, la conferencia


Quiero profundizar sobre las ideas detrás de lo que hacemos cuando practicamos astrología, más allá de la respuesta cotidiana de “¡Dios sabe!”. Comenzaré con nuestra postura con respecto al escepticismo, que es la idea de la duda. ¿Cómo podemos decir algo categóricamente? ¿Cómo podemos saber realmente algo?

Es probable que cuando estabas en la escuela primaria hubieras hecho el mismo experimento en la clase de ciencia, donde el maestro tapaba los ojos de algún chico y ponía una manzana en su boca mientras sostenía una cebolla debajo de su nariz. El chico creía que estaba comiendo una cebolla. El conocimiento y nuestros pensamientos se pueden rastrear para detectar percepciones de un modo u otro. ¿Cómo sabemos que tales percepciones son correctas? ¿Y cómo sabemos que nuestro concepto de lo que estamos hablando tiene cualquier tipo de semejanza con lo que sea que esté pasando por la cabeza de la persona con la que hablamos?

El escepticismo duda que exista una base sólida para comunicarnos mutuamente, o incluso para comunicarnos con nosotros mismos, para explicar e incluso identificar de manera fiel lo que estamos percibiendo. Por ejemplo, ¿Pienso que me duele la pierna rota solo porque espero que me duela? ¿Es por causa de falsas impresiones creadas y falsas percepciones, de un modo similar a los falsos recuerdos que podemos crear tan fácilmente? ¿Cómo sabemos a ciencia cierta?

Entonces, como astrólogos, ¿Cuál es nuestra posición con respecto a la modernidad? ¿Es el universo inteligible o no? ¿Existe un Dios y, si existe, qué es este Dios? ¿Cómo podríamos describirlo? ¿Cómo se comporta con nosotros?

Y entonces ¿qué hacemos con la astrología? La idea relativista de “es verdad para mí”, el dogma de los modernos, convierte a la astrología en algo imposible en términos reales. Piensa en lo siguiente: yo soy el astrólogo sabio y tú eres mi cliente. Te digo “Saturno aquí significa xyz. Esto es lo que es verdad para mí.” Y tú piensas, “Sí, pero ¿qué pasa con lo que es verdad para ?” Esta es una parte importante de la ecuación, ¡especialmente cuando eres tú quien está pagando la cuenta! Lo que es verdadero para mí no es necesariamente relevante para ti y tu percepción de las cosas. Pero si estamos trabajando dentro de este marco relativista, esto es lo que tú, como mi cliente, vas a obtener.

En la cultura occidental de los últimos miles de años, este debate, por razones históricas obvias, ha sido llevado a cabo principalmente por cristianos, y dentro de círculos cristianos. Los sabios musulmanes y judíos hicieron importantes contribuciones, pero la línea argumental principal tuvo lugar dentro de la cristiandad. Sin embargo, si revisamos esta discusión sobre qué es y qué no es Dios – la cual es muy importante, ya que determina nuestra percepción de la realidad – el Dios en cuestión ha sido tomado mayormente como el Dios del antiguo testamento. El debate casi no menciona el hecho central de la cristiandad, que es que Dios encarnó por nosotros: Dios baja hacia la creación para llevarnos de nuevo. Así que aunque el debate tuvo lugar en la cristiandad, este ha sido conducido mayormente en términos no-cristianos: en el centro de la discusión escolástica se encuentra al Dios del antiguo testamento más que al Dios del nuevo.

Se piensa que la gran línea divisoria entre el pensamiento antiguo y el de la modernidad sucedió alrededor de fines del siglo XVIII, con lo que hoy se llama el iluminismo. “El iluminismo”, como “el renacimiento”, es un término del siglo XIX: nadie en ese entonces se consideraba parte del iluminismo, del mismo modo en el que ni Rafael o Leonardo se consideraban hombres del renacimiento. Pero las raíces del pensamiento moderno se extienden mucho antes del iluminismo. Un lugar conveniente para comenzar es con William de Ockham. Pero no hay un punto preciso en el que podamos decir “el pensamiento moderno comenzó aquí”. Siempre hay fuentes más antiguas, y mucho antes de Ockham existían argumentos sobre el escepticismo, sobre lo que se llamó el nominalismo, incluso sobre el atomismo. El atomismo es la idea de que el mundo es creado y recreado a cada instante. Algo difícil de contradecir, ya que si el mundo se crea de nuevo en cada instante, todos nuestros recuerdos son también creados de nuevo en cada instante, lo cual es algo muy difícil de refutar. Me parece que la razón por la cual Dios se tomaría la molestia de hacer esto es un argumento en contra lo suficientemente sólido. “Ok, lo creaste todo una vez; ¿Por qué lo destruirías y lo crearías otra vez a cada instante?” Pero ante todo, ¿es esto algo que nos corresponde decir a nosotros?

Volviendo a Ockham. Él era un filósofo inglés, famoso, desde luego, por su navaja. Generalmente, esto es comprendido libremente como algo equivalente a “ir al grano”, el cual es un excelente lema para cualquier astrólogo horario, o bien para cualquier astrólogo. Pero en el sentido estricto, no es esto lo que él dijo. Su punto era “no multipliques los universales innecesariamente”.

¿Qué es un universal? Si yo digo “piensen en un perro negro”, cada uno de ustedes tendrá una imagen mental distinta de un perro negro. El concepto de un perro negro se relaciona con dos universales. Uno es el universal de la perrez: el perro que tienes en tu cabeza concuerda de un modo u otro a una idea abstracta de “perro”. Pero el modo en que tu imagen concuerda con tal idea abstracta es muy diferente a la manera en que mi imagen concuerda con esa misma idea. Tu imagen y mi imagen también concuerdan de algún modo u otro con la idea abstracta de negritud, el segundo universal aquí. Nuestra idea de cómo puede ser el perro probablemente varía extremadamente; podrías pensar que nuestra idea de lo que puede ser negro sería más o menos la misma – pero ¿Cómo lo sabemos? El latín, por ejemplo, tiene dos palabras, cada una describiendo un tipo distinto de negritud, mientras que el inglés solo tiene una. Hasta en un concepto aparentemente simple como “perro negro”, los universales hacen que tu percepción y mi percepción de tal concepto sean bastante diferentes.

El punto de Ockham, es que debemos limitar dichos argumentos lo más que podamos. Esto cobra especial importancia al hablar de Dios. Si, por ejemplo, preguntamos si Dios es hombre o mujer, estamos importando universales a Dios. ¿Dios tiene un cepillo de dientes rosa o azul? Esto restringe la idea de Dios en los términos de la descripción, lo cual debemos esforzarnos por no hacer. Ockham propone que liberemos la idea de los límites de la descripción. Si eliminamos los universales, en última instancia su descripción se resume tan solo a “eso”, “esa cosa de ahí.” Así, eso es la cosa en sí misma, deja de ser “el perro negro” y es simplemente Fido, ahí en el rincón.

El problema es que, si desechamos todos los universales, se vuelve imposible discutir con lógica silogística, la cual es un pilar de la historia del pensamiento. Ya no podemos decir, “esto es negro y aquello es negro, por lo tanto comparten el concepto de negritud”, porque sin el universal no sabemos qué es el negro. Sin universales, no podemos discutir o probar nada a partir de principios básicos, y hacer eso está implícito en lo que estamos haciendo como astrólogos. Con la astrología tradicional siempre se está debatiendo sobre principios básicos ya que, de otro modo, todo lo que tenemos son eventos empíricos, y discutir sobre eventos empíricos es muy, muy problemático. “Tengo a Sedna en mi medio cielo: ¡seguro que soy una diosa esquimal!” No, no lo eres.

El camino de Ockham, a través de Francis Bacon, nos lleva a los científicos de hoy, quienes han subvertido el rol de los poetas como los legisladores no reconocidos de nuestro tiempo. Para hablar en términos generales, uno puede afirmar con bastante razón que la ciencia de hoy ya no discute, o no es capaz de discutir, sobre principios básicos, sino solo sobre fenómenos. Toma unos cuantos fenómenos convergentes y trata de masajearlos hasta que se vuelvan una hipótesis conveniente, lo que significa que en su pretensión de ser científica, la modernidad ha abandonado a la ciencia en el verdadero sentido de esa palabra. Ya no se esfuerza por comprender las cosas, se ha convertido en puramente tecnológica o, en una palabra que a los científicos no les gusta usar para describirse a sí mismos, en mágica. Al buscar el fenómeno sin la comprensión, los científicos modernos se ubican en la misma posición de los magos de Egipto que se enfrentaron a Moisés. Sí, pueden hacer trucos maravillosos, de los cuales todos estamos muy agradecidos: prefiero, por lejos, escribir esta conferencia en una computadora que con una pluma de ganso. Sin embargo, se ha perdido algo importante en el corazón del asunto.

El lado más popular de los escritos científicos, que es el que determina lo que se enseña en la escuela, y por eso juega un rol tan grande en la formación intelectual vernácula de esta época, cuenta de qué modo el ascenso de la ciencia moderna puso fin a las supersticiones, la magia ritual, la brujería, y cosas como esas. Galileo abrió la boca y todo el mundo de repente se dio cuenta lo idiotas que habían sido al creer tales disparates. ¡Esto no es cierto! La gran era de la brujería y magia ceremonial fue la época en la que nació la ciencia moderna, y la ciencia no sacudió su varita mágica e hizo que ese mundo desaparezca. Por un lado, se fundaba la sociedad real (royal society), considerada un hito en la historia científica; por otro, al mismo tiempo, Matthew Hopkins se esmeraba en descubrir brujas clavando agujas en las verrugas de la gente. Cuanto más científico se volvió el mundo, más brujería apareció.

Sin embargo, para nuestros propósitos particulares como astrólogos, esta idea de los universales es menos significante que alguna de las ideas que Ockham y los nominalistas – para quienes él era algo así como un líder – proponían sobre Dios. Ellos estaban preocupados en preservar la omnipotencia y la libertad de Dios: Dios debe ser omnipotente; debe ser totalmente libre. Uno de sus principios, por lo tanto, fue que Dios no podía ser deudor de ningún hombre. Dios no puede debernos nada. Por ejemplo, no puedo pensar “Voy a ayudar a una anciana a cruzar la calle todos los días, así Dios tendrá que dejarme entrar al cielo”, porque eso me da poder sobre Dios, y esto no es posible. Esto haría que Dios esté en deuda conmigo y limita su libertad, ya que puedo ser muy virtuoso al ayudar a una anciana a cruzar la calle todos los días, pero quizás a Dios yo simplemente le caiga mal. Él es libre de hacer eso, ya que es perfectamente libre. O bien, podría ser que Dios decida que hoy los que ayudan a la abuelita a cruzar la calle no son buenos, y sí lo son los que empujen a la abuelita debajo de un autobús. Esos son a los que Él dejará entrar al cielo hoy – y puede hacerlo, ya que Él es libre de hacerlo. O bien puede pensar, “¡Olvídense de esta idea de ser bueno! ¡Olviden hasta de la idea de que es bueno empujar a la abuelita bajo un autobús! Hoy voy a dejar que entren todos los malos. Porque así se me antoja, y soy libre”. O puede pensar, “¡Bah, qué diablos! Hoy dejo que toda la hinchada del Manchester United entre al Cielo, sean buenos, malos o indiferentes”. Porque Él es completamente libre y no puede ser obligado.

Y la omnipotencia de Dios no puede ser limitada. Así es que, por ejemplo, Dios puede crear una roca que es tan pesada que ni siquiera Él podría levantar. Porque Él es omnipotente. No exagero: por increíble que parezca, este argumento fue proclamado con toda seriedad por los nominalistas. Y fue, por alguna razón, tomado muy en serio.

Ahora bien, hay dos argumentos en contra de esto. Uno es el obvio: “¡Vete a tu cuarto y no bajes hasta que hayas dejado la tontera!” Tal fue la respuesta inmediata de la iglesia en cuanto al pensamiento de los nominalistas. Esto tiene mucho que ver con las razones por las que San Francisco tuvo tantos problemas con la iglesia. San Francisco no fue solo el que manejaba el refugio de animales: él era un nominalista certificado, y por lo tanto estaba muy metido en tales ideas. De ahí su pobreza, de ahí el pedir limosna, ya que si no sabes lo que Dios hará a continuación, ya que Dios es libre, todo lo que puedes hacer es someterte a Su piedad, no intentar forzar nada, y mantenerte abierto a lo que Él decida proveer.

Eventualmente, la Iglesia notó que su argumento de “vete a tu cuarto y no bajes” no funcionaba tan bien, así que hizo lo que usualmente hace la Iglesia: integrar a San Francisco, ponerlo bajo su manto y encontrarle algo útil que hacer. Lo cual es exactamente lo que hacemos en la astrología natal. No estoy sugiriendo que el trato de la iglesia con San Francisco haya tenido una base astrológica, pero sí muestra un sólido principio astrológico. Si tienes un planeta problemático en tu carta, no tiene sentido gritarle “¡Mercurio malo, fuera! ¡No me gustas!” Esto no va a funcionar. El planeta está en tu carta natal y no es posible desecharlo. Pero sí puedes encontrarle un trabajo, y cuantas más cosas encuentres para que haga, menor será el tiempo que tenga para ponerse fastidioso. Es el mismo principio: tráelo bajo tu manto.

Hay otro argumento en contra de tales ideas sobre la libertad y la omnipotencia, que los trata en un nivel aún más profundo. Volveré a este punto más adelante.

Las ideas de estos nominalistas, por más limitadas que suenen, se volvieron enormemente importantes y pusieron fin al escolasticismo, con sus argumentos cuidadosos, hasta penosos, basados en autoridades. Pero esto no sucedió solo porque alguien tuvo un par de ideas brillantes. Europa estaba en estado de desorden todo el tiempo. La última de las cruzadas había terminado en un caos total, con cristianos masacrando a cristianos, algo que no estaba en el folleto. Esto produjo serias dudas. “¿Qué pasó? ¡Oh no, quizás Dios esté de su lado, y no del nuestro!” Luego sobrevino la peste negra, que mató alrededor de a un tercio de la población de Europa. Pero este tercio de la población no estaba distribuido equitativamente. Muchos lugares casi no fueron afectados, mientras que otros quedaron virtualmente despoblados, particularmente en Italia, que por supuesto, fue uno de los centros de discusión teológica. Vean esto a través de los ojos del nominalismo, con su énfasis en la libertad absoluta de Dios: “¿Qué va a hacer Dios a continuación?” El caos circundante en ese momento dejó un campo muy fértil para estas ideas. No era fácil aceptar que Dios presidía un universo ordenado y mecánicamente funcional.

Algún tiempo después, Erasmo describió los debates entre nominalistas y escolásticos como “la mayor locura”. ¡Erasmo no se andaba con vueltas! Mayor locura o no, el día de hoy seguimos atascados con las consecuencias de estos debates; así como cuando estás discutiendo con alguien, las palabras que salen de tu boca no se pueden desdecir, una vez que estas ideas salieron de la pluma, no pudieron ser empujadas de nuevo para adentro. Estas ideas tuvieron una inmensa influencia, que creció y creció y creció. Fueron una importante causa para la Reforma: para el momento en que Lutero estaba creciendo, las universidades eran controladas por los nominalistas y la enseñanza de Aristóteles había sido prohibida. Cualquiera que haya crecido en ese momento, lo hizo en un ambiente dominado por estas ideas.

Libre albedrío y predestinación

 

Echemos un vistazo a la carta natal de alguien de enorme importancia en la historia de occidente. Recuerden cuán importante es Mercurio para mostrar la motivación. ¿Qué quiere hacer esta persona? ¿Qué piensa esta persona que es muy, pero muy importante?

Audiencia: El Sol.

Exactamente. ¿Qué le gusta mucho mucho a Mercurio? Está en el signo del Sol, en la triplicidad del Sol, y está cazimi – “en el seno del Sol”. ¿Y qué es el Sol en esta carta natal? Es el Regente del Ascendente. Entonces, ¿Qué piensa nuestro nativo que es lo más importante? “¡Yo!” Y vaya Sol es éste: mucha dignidad esencial, por estar en su propio signo y triplicidad, justo sobre el Ascendente, lo que da mucha fuerza accidental. Entonces, este tipo se mira en el espejo y dice “Dios mío, soy realmente fabuloso, ¿no? ¡Claro que sí!” Algo que, de hecho, creía: estaba convencido de que “Yo” era de lo más maravilloso.

Esto puede no parecernos extraordinario hoy en día, ya que damos por sentado que Yo es la cosa más maravillosa que existeen el mundo. ¿Qué debería estar haciendo con mi vida? Debería estar satisfaciéndome a Mí, este ser maravilloso que soy. Debería estar estudiando Programación Neurolingüística, Tai chi, cánticos para la abundancia y… seguro ya conocen el guión.

Sin embargo, el hecho de que demos esto por sentado se debe mayormente a este personaje, ya que esta actitud fue invención suya. Nadie pensó de ese modo antes. Hasta el tirano más grande, de quien puede suponerse que pensaba que Yo, Yo, Yo es especial, no lo percibía en tales términos, como un tipo de base filosófica para toda la vida en términos de cuán valioso y maravilloso soy. Este hombre invento el culto al individuo, el cual para nosotros es un estado tan obvio de cómo deben ser las cosas, que ni lo pensamos dos veces.

Este es Petrarca, Francisco Petrarca. Él escribió un libro llamado “Mi secreto”, el cual es todo sobre Yo. Su carta natal muestra una clarísima imagen de esto. Está este Mercurio cazimi, pensando que Yo es tan fascinante, y justo dentro de la primera casa: “Yo me quedo con esto. Puedes mirar si quieres, pero lo más importante es para Mí”. Este fue un trabajo intensamente introspectivo, el cual estaba modelado vagamente en las “Confesiones” de San Agustín, pero como las “Confesiones” no estaban disponibles en esa época, lo único que Petrarca vio de ellas fueron unas cuantas oraciones citadas en otros trabajos. Su libro era mucho más minucioso e introspectivo de lo que Agustín jamás fue. No hubo libro como este antes, dedicado a explorar todos los rincones y grietas de Mí y lo que es importante para Mí.

Él estaba inmensamente irritado por las actitudes de los británicos – ¡perspectiva que comprendo totalmente! Pero su motivo de queja era particularmente con Ockham y sus seguidores, los nominalistas. Él pensaba que sus argumentos no eran más que nimiedades sin sentido. Encontramos una actitud similar más adelante con Pascal pero, por desgracia, Petrarca nunca la formuló de un modo tan directo como Pascal, lo cual nos hubiese ahorrado varios cientos de años de nimiedades bastante imbéciles, y de ladrarle al árbol filosófico equivocado. Petrarca también creía que el amor por las cosas terrenales puede ser superado, ilustrando esto con el ejemplo de la vida de alguien. Sí, por supuesto: la de él. “¡Yo superé el amor por las cosas terrenales!” Él mismo, al parecer, no era tan terrenal.

Para él, la única cosa terrenal de valor es la virtud, hacer el bien, y el único estímulo para ser virtuoso es la fama. La gente apreciará lo maravilloso que eres. Antes de Petrarca, nos conformábamos con cumplir nuestro papel en la iglesia, el estado, la familia, en la granja, o en lo que sea que fuese nuestro rol. No dedicabas demasiado tiempo pensando en cómo desarrollarte tú mismo mientras arabas y sembrabas la tierra.

Petrarca renunció a todo eso. Se retiró de un rol en la Iglesia; se retiró y rechazó cargos políticos; le dio la espalda a aquellos nimios argumentos filosóficos, y se fue a una villa campestre con un montón de amigos que pensaban como él, que estaban de acuerdo con el hecho bastante obvio de que él era maravilloso, para cultivarlo a él mismo. Esta cultivación del ser, decía, no se trata solo de satisfacer todos tus caprichos, sino de comprender las profundidades de tu propia naturaleza y seguir el llamado de lo que realmente eres. Podríamos esperar que al comprender nuestra propia naturaleza, veamos que ésta es más o menos agradable, ya que obviamente, si no lo fuera, responder a su llamado nos metería en problemas.

Para empezar, debemos examinarnos, escrupulosamente, algo que desde ya Petrarca quiere hacer. ¿Qué puede interesarle más a su Mercurio que eso? Para esto la astrología es una herramienta maravillosa. No sé si Petrarca tuvo algún interés en astrología, pero si la hubiese estudiado con seriedad, estoy seguro que hubiese quedado fascinado. ¡Hubiera leído a Linda Goodman de cabo a rabo! O quizás sólo un capítulo, una y otra vez.

Petrarca es poco conocido hoy en día. Poca gente lo lee, mayormente porque la batalla ha sido ganada. Su idea era que todos deberíamos seguir su culto al individuo y ¿Acaso alguien hoy en día necesita que lo convenzan de esto?

Como podríamos esperar, las relaciones entre la 1.a casa y la 7.a casa no son buenas, tal como lo muestran las estrellas. Él frecuenta a la hermosa Laura, no llega absolutamente a nada, escribe algunos poemas lacrimosos sobre ella, y gana la inmortalidad. Observen al Regente 1, “Yo”: ¿Qué tan preocupado está él por la otra persona, después de todo? Quizás si la otra persona estuviese en posición devocional, haciéndole la reverencia con gran cantidad de incienso; de otro modo, no. Y miren lo que pasa: el Regente 1 se está separando de aspecto con el Regente 7. Como hemos visto, el Señor Petrarca gusta mucho de sí mismo. El Regente 7 está en su propia exaltación: a ella también le gusta mucho ella misma. Pero también está en la caída del Regente 1, así que a ella no le parece que él está a su altura. Él quizás pueda creer que está hecho de chocolate, pero ella no está de acuerdo con eso.

Volvamos a su Mercurio. Mercurio cazimi: en el seno del Sol. La idea con cazimi no es solo que el planeta cazimi – Mercurio en este caso – tenga el poder del Sol que fluye a través de él, sino que también es un filtro sobre el Sol, todo el poder del Sol debe fluir a través de él. El Sol no tiene otra salida de expresión. Así que el Mercurio de Petrarca muestra un caso extremo del caso extremo que es Mercurio cazimi, porque su Sol es muy fuerte, tanto esencial como accidentalmente, y cada parte de ese poder fluye a través de su Mercurio. Él escribió poco, por supuesto. Pero cada vez que en tu computadora cliqueas el botoncito para cambiar la fuente a itálica, estás celebrando a Petrarca. La escritura itálica, creada en Venecia, está basada en la letra manuscrita de Petrarca. ¡Un legendario legado de Mercurio!

Audiencia: ¿Esto lo haría extremadamente inteligente?

No. Siempre debemos recordar que hay montones de cartas natales, no solo la que tenemos al frente nuestro. Mercurio directo está cazimi por un lapso de más o menos medio día, así que habría mucha gente nacida a pocas horas del nacimiento de Petrarca, y compartiendo su Mercurio cazimi. No todos fueron inteligentes. ¿Y qué es la inteligencia? Los mejores esfuerzos para cuantificarla parecen errados. De cualquier modo que elijamos definirla, esto implica mucho más que tan solo aquello relacionado con Mercurio.

Lo que muestra el cazimi es que el poder del Sol fluye a través de Mercurio – sea cual sea la naturaleza de este Mercurio. Piensen en lo que dice el evangelio de San Juan: Jesús está sentado a la derecha del Padre. Esta es la traducción común, pero una más precisa es en el seno del Padre. Dios, el Padre, es el Sol, entonces el estar en su seno significa que Jesús está cazimi. Por lo tanto, el poder de Dios solo puede fluir a través de Jesús, y es así que a través de Él todas las cosas son creadas. Dios no está delegando solo alguno de los trabajos a Jesús. Es la totalidad del poder de Dios que fluye a través de Jesús, el logos, el Verbo: Mercurio cazimi a una escala cósmica.

Así mismo es con Petrarca: el poder del Sol solo puede fluir a través del planeta cazimi, así que el Sol, el Regente 1, “Yo”, solo encuentra su expresión a través de Mercurio. Así es que cuando Petrarca decide cultivar el “Yo”, solo puede hacerlo a través de su Mercurio. Él no se inscribió en el gimnasio para desarrollar sus abdominales.

Volvamos a la línea de pensamiento de los nominalistas que, como vimos, no impresionó a Petrarca. Lutero, educado por nominalistas, creía, del mismo modo que San Francisco, que no había absolutamente nada que podamos hacer para obtener nuestra propia salvación. Todo depende solo de Dios. Le toca a Él. Erasmo fue un gran adversario de Lutero, pero por accidente: él no quería que las cosas terminaran así, pero era tan categórico en su expresión, que ambos que terminaron sacando lo peor de cada uno. Erasmo pensaba que la actitud de Lutero era una moralidad quebrantada, ya que si estoy destinado a la salvación, no hay razón por la cual no debería seguir cualquiera de mis caprichos. Este es, por supuesto, un argumento circular, ya que si estoy destinado a ser salvado, cualquier capricho probablemente no incluye empujar a la abuela bajo el autobús. Es por esta idea de que no hay nada que pueda hacer para salvarme que Lutero dijo su famosa declaración, “¡Pequen con valentía!” No anden con vueltas: si van a pecar, pequen como se debe. Beber vino sin alcohol no cuenta. De hecho, lejos de la imagen común de viejo cascarrabias, Lutero amaba la belleza de la vida. En una de sus famosas series de debates, él llevó consigo una rosa todo el tiempo, para olerla y recordar cuán hermosa es la Creación, y así prevenir que su mente lo arrastrase a algún desierto árido de la razón durante la acalorada discusión. Quería mantenerse conectado con la realidad.

Entonces, saltando a la ligera alrededor de un siglo de historia intelectual, llegamos a Descartes. No sabemos la fecha de nacimiento de Descartes. Es una lástima, ya que lo que sí sabemos es la fecha de una noche de revelación que transformó su pensamiento. Hubiese sido fascinante poder ver qué pasaba en su carta natal cuando eso sucedió, pero, lamentablemente, no podemos.

Descartes fue un filósofo poco convencional, ya que los campos que trabajó para el estudio de su filosofía eran más amplios que lo común. Estudió mucho lo que hoy día sería llamado conocimiento “oculto”: los Herméticos, los Rosacruces, Alberto Magno, y los sospechosos de siempre. Así que estaba muy influenciado por ideas que se alejaban de la corriente filosófica – lo cual no era algo malo, ya que en sus tiempos, esa corriente filosófica principal se estaba terminando. El 11 de noviembre de 1619 tuvo su noche de revelación. Pasó el día entero envuelto en pensamientos febriles, y se acostó esperando tener un sueño que confirmara sus conclusiones. Y ¿adivinen qué?: sí, tuvo tal sueño. Al menos, él dice que lo tuvo, aunque pudiéramos tener nuestras dudas.

Su respuesta al problema del escepticismo, esta eterna duda, el “¿Cómo puedo estar seguro de lo que sea?” fue “Pienso, por eso existo”. Esto se entiende generalmente como “¡Pensar es bueno para ti! Dedica tiempo a pensar todos los días y estarás bien”. Pero no es esto lo que él quiso decir. Él se enfrenta al problema de la duda. Ni siquiera puedo estar seguro de que lo que estoy pensando es realmente lo que estoy pensando. Quizás es un truco de sensibilidad que mis patrones de pensamientos se descarríen. Pero hay una sola cosa que sí sé: hasta cuando dudo, que es cuando estoy pensando, porque si no estuviese pensando, no podría estar dudando. Entonces, incluso la duda prueba que estoy pensando. Hay, por lo tanto, al menos una base sólida, inamovible por la duda. Sé que estoy pensando, incluso cuando dudo, entonces puedo construirlo todo a partir de eso. Él pensó que podría construir toda una ciencia de conocimiento, fiable y comprobable, a partir de este fundamento seguro. Cabezas más sabias que la mía llegaron a la conclusión de que eso no se puede hacer, y aunque Descartes se convirtió en uno de los peces más gordos de la corriente principal filosófica, nada productivo resultó de esta revelación. Éste fue un buen punto de partida, desde el cual construir… ¿Qué?

Más interesante desde nuestro punto de vista es Pascal, quien vino un poco después. Él también tuvo una gran experiencia. Hay una carta natal de Pascal, pero desafortunadamente ha sido rectificada, Dios sabe por quién. Sería bueno tener los datos de una fuente más confiable. Su gran experiencia fue en la noche del 23 de noviembre de 1654. Él escribió los resultados en un pedazo de papel que había cosido a su sobretodo y llevaría con él por el resto de su vida. Este fue encontrado tras su muerte. Hoy en día, probablemente se lo habría tatuado en el pecho – el coserlo a su sobretodo para tenerlo siempre era una idea similar a esa. Esta fue su respuesta al problema de la duda, al problema del escepticismo, al problema de “qué es verdadero para mí”. Lo que escribió fue, “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos y académicos”. El punto es que, si desciende sobre ti el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, no piensas “¿Realmente está pasando esto? ¿Es verdad?”, sino que te quedas petrificado por el asombro y la admiración. Lo sabes, sin rastro de duda. Una vez que llega la realidad, ¡sabes qué es verdad!

Pascal rechazó todo el problema del escepticismo muy simplemente, y de un modo que es en extremo importante para nosotros en nuestra relación con la modernidad, y con tantos de los moradores del mundo astrológico. Lo que dijo Pascal fue, “Sostengo que nunca ha existido un escéptico perfectamente genuino”. El escepticismo es un pequeño juego intelectual que juega la gente en la privacidad de sus escritorios, cuando creen que están pensando sobre las cosas. Nadie duda realmente de la manera en que dice hacerlo el escepticismo. Como dijo Aristóteles: aquel que se adhiera verdaderamente al punto de vista escéptico no podría ni siquiera levantar su dedo meñique.

El escepticismo, en realidad, no existe. Lo mismo pasa con el relativismo de hoy, el “lo que es verdad para mí”, el “es mi versión de la verdad la que importa”. ¡No lo es! Y todos lo sabemos. Si llevas tu auto a la estación de servicio, tu opinión sobre si debes cargarle gasolina o diesel realmente no es relevante. Si no cargas la correcta, el auto no funcionará. ¿Por qué no funciona mi televisión? Como dice en el manual, fíjate primero que esté enchufada. Lo que es importante para ti no es importante; lo que importa es la realidad básica de las cosas. Lo que es, es lo que es verdadero; el argumento relativista no es más que una auto-indulgencia. En la realidad, nadie piensa así. Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob.

Volviendo a Ockham y lo de no limitar la libertad y omnipotencia de Dios. Algo que, por supuesto, no podemos hacer. Nos es imposible limitarlo: solo podemos describirlo. El problema es que al tratar de no limitar a Dios con términos humanos, de no explicar a Dios en términos que nos pertenecen, con libertad limitada, con poder limitado, los nominalistas no solo Lo humanizaron, sino que lo hicieron a un nivel mucho más bajo que el mejor tipo de ser humano. En su determinación por mantener a Dios estrictamente sobre el mundo, desligado absolutamente de lo que sea que hagamos, bajaron a Dios firmemente al mundo. Al convertirlo en esta criatura caprichosa que puede decidir que hoy los que empujan a la abuelita bajo un tren se salvan, no Lo estaban preservando como algo por sobre la humanidad, sino que Lo estaban transformando en algo semejante a un niño cansado y malhumorado.

El problema de Su libertad se discutió en términos de lo que Él podría elegir hacer en cualquier momento. “¿Puedo dejar que los malos entren hoy al cielo?” pero Su libertad no es la libertad de hacer esto o aquello, sino la libertad de ser lo que Él realmente es. Esto es lo que no puede ser limitado: la libertad de ser lo que Él es, lo cual es infinitamente bueno. De ahí la importancia de que el debate no subestime el hecho de que Él se puso a Sí mismo en el mundo por nuestro bien.

Él es libre de acuerdo a su propia naturaleza. Del mismo modo, dentro de nuestros límites, somos libres de acuerdo a nuestra propia naturaleza. Cualquiera de los que estamos escuchando esta conferencia ahora es libre de pararse y orinar en el piso, pero ninguno de nosotros lo hará, porque no está en línea con nuestra propia naturaleza. En la medida en que tengamos libertad, tenemos la libertad de ser lo que somos, y esta es más importante que la libertad de hacer cualquier cosa en particular solo para demostrar tal libertad. La libertad de Dios no puede ser limitada al hecho de que Él elige no hacer esto o lo otro, porque Él tiene libertad total para actuar de acuerdo con lo que Él es – en la medida en la que el concepto de acción sea de algún modo relevante a Dios.

Y ahora, la idea sobre la omnipotencia. Hablamos sobre tiempo y eternidad, y la idea comúnmente conocida es que la eternidad no es montones y montones de tiempo. No estás más cerca de experimentar la eternidad sentado en un largo viaje en avión que cuando estás esperando que se caliente el agua de la tetera, o dejando pasar otra hora, o viviendo para llegar a los 100 años en contraste con vivir para llegar a los 20; todo esto no te acerca a experimentar eternidad. Hay una diferencia cualitativa entre el tiempo y la eternidad: la diferencia no es un tema de cantidad. Tiempo y eternidad son absolutamente exclusivos entre sí. Eternidad es un estado sin tiempo, no un largo período de tiempo.

Lo mismo sucede con la omnipotencia. La omnipotencia no es lo mismo que montones y montones de poderes. No te volverás omnipotente si aprendes a hablar otro idioma o logras levantar más peso en el gimnasio. Omnipotencia no se trata de poder hacer montones y montones de cosas. Omnipotencias es el “todo”, la irrelevancia de hacer – en el mismo sentido en que la eternidad es la irrelevancia del tiempo – ya que, en cierto sentido, ya ha sido hecho simplemente, porque si eres omnipotente, simplemente lo eres.

Comparen esto con la experiencia del amor. Amar no es gustar por montones y montones. No te gusta alguien cada vez más hasta que, eventualmente, ese sentimiento alcanza un cierto peso y se transforma en amor. Un gran ejemplo de la veracidad de esto es el amor por un hijo. Puedes tener un profundo, apasionado y fuerte enojo con el mocoso, y aun así tu amor por él permanece inalterado. No disminuye ni una pizca. De hecho, es en los momentos donde menos lo soportas que el amor que tienes por él se trasluce más obviamente que nunca, por el simple hecho de no agarrar a tu hijo y venderlo a los gitanos en ese momento. Te quedas con él. El hecho de que no te guste no disminuye en absoluto el amor. Amar y gustar existen en distintos planos, por así decirlo.

Como observa Jesús, no le das a tu hijo una serpiente o una piedra cuando pide pan – porque cuidas de tu hijo con amor. ¿Cómo nos cuidará Dios? Del mismo modo. Así que toda la actitud de “voy a ser bueno hoy, así le caeré bien a Dios” debe ser irrelevante, ya que no se trata de que yo le caiga bien a Él: Él me ama. Esta distinción entre gustar y amar destruye todo argumento sobre limitar a Dios. Tu hijo nunca te irritará al punto de que dejes de amarlo. Esa es tu libertad hacia el niño, la libertad de ser la criatura amorosa que eres, más allá de los mejores esfuerzos del nene en hacer que esto sea imposible. Lo mismo pasa con Dios: no se rasca la cabeza y se pregunta, “¿Me cae bien Juan o no?” Amor y gustar; omnipotencia y hacer: son cosas cualitativamente distintas, que existen en planos diferentes.

¿Voy a irme al Cielo si ayudo a la abuelita a cruzar la calle? Dios no tiene antes y después, ya que Dios no existe en el tiempo. Antes y después solo pueden existir en el tiempo. Dios existe en la eternidad, donde no existe el tiempo, de modo que no puede haber un antes ni un después. Por lo tanto, Dios no puede cambiar Su opinión sobre nosotros. No puede decir “te vi siendo malo: ya no me caes bien”, o “Te vi ayudarla a cruzar la calle: ¡ven al Cielo!” El “no puede decir” tampoco limita Su omnipotencia en absoluto.

Volviendo a la idea de que Dios es capaz de crear una piedra tan grande que ni Él mismo pueda levantarla: considerar la omnipotencia como la capacidad de hacer cosas deja a Dios sujeto al tiempo. Esto Lo baja a la creación, en donde Él no está, ya que el hacer algo necesariamente involucra tiempo, un antes y un después: la cosa no fue hecha, ahora está hecha. No había una roca, ahora hay una roca. Este arrastrar de Dios hacia el tiempo, que es lo que hicieron los nominalistas, Lo limita mucho más que las limitaciones de las que trataban de alejarlo.

La predicción y la predestinación son, por supuesto, relativas a conceptos de tiempo. ¿Qué va a pasar? ¿Qué relación tenemos nosotros, que existimos dentro del tiempo, con la ausencia de tiempo que es la eternidad? Muy cerca de las cuestiones sobre lo que podemos predecir, lo que está predestinado y cómo, está el tema de la oración. Predicción y oración están estrechamente relacionadas: son variantes de la misma idea.

Dios no existe dentro del tiempo, no tiene antes o después, así que la idea de que oremos “por favor, Dios, puedes hacer tal y tal cosa”, y que luego Dios piensa un poco sobre esto y decide conceder o no la plegaria no puede ser cierta, ya que esto implicaría un antes y un después para Dios. Sin embargo, la plegaria no puede ser irrelevante. Este también es un debate que se ha extendido por miles de años: “soy don super-santo, pero cuando elevé mi plegaria, Dios no escuchó. ¿Por qué?

No soy un gran fanático de Gurdjieff, pero reconozco que sabía usar las palabras. Él dijo que debemos trabajar como si el trabajo fuese la única cosa, y orar como si la oración fuese la única cosa. Ambas son igualmente vitales, pero existen en diferentes niveles. La oración no se trata de arrastrar a Dios hacia el tiempo para que decida hacer esto o aquello; la oración se trata de que nosotros nos elevemos fuera de este mundo de tiempo y tomemos parte en la eternidad. No se trata de que Dios haga sino de que nosotros seamos. Que nos unamos a Dios en el mundo de pura existencia que es la eternidad.

Lo mismo puede decirse de la predicción. Cuando predecimos, investigamos de algún modo el librito de la eternidad, ya que no vemos la vida como una línea recta de la cual solo conocemos el punto en el que estamos en este momento. Cuando predecimos, vemos la vida como algo que existe, en su totalidad, ahora mismo. De otro modo, no podríamos verla. La película entera ya está en la lata. De ahí el hecho de que podamos ver cualquier lugar que queramos en aquella vida. Es como ver un álbum de fotos. Tienes un álbum de fotos que cubre 20 años de tu vida, y puedes abrir el álbum en cualquier página. Esos 20 años, de algún modo existen ahora, en su totalidad. Tanto la predicción como la oración asumen que la totalidad de nuestra vida existe del mismo modo en que existen esos 20 años en el álbum de fotos, con la única diferencia de que el álbum de fotos existe sólo luego de que hayamos percibido la vida, mientras que la oración y la predicción parecen existir solo antes de que la experimentemos. Pero como antes y después son cosas que percibimos solo por nuestra posición dentro de los límites del tiempo, no se las debe tomar demasiado en serio. Antes y después no son palabras determinantes en el tema.

Aquino definió el tiempo como la medida de antes y después del cambio. Todos sabemos que nuestra propia percepción del tiempo se relaciona directamente con la cantidad de cambios que se den. Estás sentado en una oficina mirando el reloj, esperando que den las 5 para irte a tu casa. Nada está cambiando. Hay muy poco “antes y después del cambio”. Entonces el tiempo pasa muy, muy lentamente. Vas de vacaciones por una semana, las cosas cambian todo el tiempo, y ahí sí que “¡el tiempo vuela cuando uno se divierte!”

Nuestra percepción real del tiempo está contenida en esa definición. Aquino también dice que la eternidad existe como un todo simultáneo, mientras que el tiempo no. Es decir, la eternidad existe como una sola cosa, todo el tiempo como es, inmutable, y por lo tanto es totalmente distinta al tiempo. En mi juventud era popular la idea de que la eternidad es el presente instantáneo, el “ahora”. Pero la eternidad no es lo mismo que estar siempre en el presente, porque el presente siempre cambia. Si la eternidad es única, simultánea e inmutable, pues entonces, no puede cambiar. Un ejemplo obvio: no hay nada que sugiera que durante la encarnación haya habido un asiento vacío en el comedor del Cielo. Ahí no puede haber cambio. Él estuvo ahí arriba todo el tiempo que estuvo aquí abajo. Y si no hay cambio en el Cielo, por lo que puedo ver, no podemos aceptar la idea de que haya un asiento vacío con mi nombre, y que un día los ángeles vayan a tocar una fanfarria y digan “¡Oigan todos, llegó John!” Ya que eso implicaría un cambio en la eternidad.

Por lo tanto, hasta donde puedo ver, podemos concluir que debemos estar siempre ahí en el Cielo, todo el tiempo, ahora mismo. No es necesariamente contradictorio que además estemos aquí abajo. El gran ejemplo que demuestra que no es contradictorio que estemos aquí abajo ahora, es ese mismo punto: cuando Dios estuvo presente en la tierra durante la encarnación, también estaba ahí arriba en el cielo. Él tuvo una existencia dentro del tiempo así como también existía en la eternidad, y ese es el modelo para nuestra propia existencia.

Entonces, ¿Cuál es la relación de nuestra vida al existir en su totalidad en la eternidad, con nuestra vida como es en la Tierra, donde la percibimos desenvolviéndose paso a paso? Supone que tienes un hijo al cual, por supuesto, amas. Decides cocinarle su plato preferido. El amor por tu hijo reside inmutable en tu corazón. No se va a ningún lado. No cambia. Se queda exactamente como está. Que decidas cocinarle a tu hijo la comida no significa que de repente lo amas mucho más. Simplemente amas al niño, así que, “ok, te cocinaré la comida.” Pero ahora tomaste la decisión de cocinársela. El amor por tu hijo está en tu corazón, inamovible. Pero ahora, este amor también sale de tu corazón, extendiéndose hacia el mundo. Vas al mercado a comprar los ingredientes para la comida. Vuelves a casa, la cocinas y se la sirves a tu hijo. Éste es el amor que tienes, extendiéndose hacia el tiempo, al mismo tiempo que existe inmutable en tu corazón.

Ahora bien, el amor por tu hijo existe perfectamente en tu corazón. Es como es. Pero cuando se expresa en extensión, las cosas no resultan como uno planeó. Vas al mercado a comprar los ingredientes, pero no tienen justo aquel que le da un buen sabor, así que decides cocinar otra cosa. O bien te distraes mientras estás cocinando. Suena el teléfono y le pones chile en lugar de azúcar, o se quema la comida. O llega tu amigo con el corazón roto y una botella de brandy, así que pospones la comida para el día siguiente. Y, por supuesto, no importa qué tan bien prepares la comida, esta nunca quedará tal y como hubieras querido. Pase lo que pase, no le puedes poner suficiente polvo de hadas para hacerla tan sabrosa como quisieras, ya que el amor, tal y como existe en el tiempo, en su extensión, nunca estará a la altura del amor que existe, al mismo tiempo, en tu corazón.

Sugiero que esto puede ser similar a la relación entre nuestra existencia como debe ser todo el tiempo en el Cielo y nuestra existencia por extensión aquí abajo. Nunca funcionará tan bien como debería. De algún modo, seguimos poniéndole chile en lugar de azúcar, o quemándola, o el brandy se interpone en el camino.

Esto no quiere decir que nuestra vida en el Cielo sea igual a nuestra vida aquí. No estás sentado en el Cielo dando vuelta a las páginas de un libro de astrología, ya que esto implicaría un antes y un después, y un cambio que no puede existir ahí. Nada puede cambiar ahí, ya que no existe el tiempo. Pero esta idea, este “como es arriba es abajo”, es enteramente congruente con nuestro modelo del cosmos, ya que en nuestro modelo tenemos los 12 signos del zodiaco, el 3 x 4, los 3 modos y los 4 elementos que existen juntos en todas sus posibilidades. Luego tenemos el giro por extensión de los 7 planetas, el 3 + 4, ya que los 7 planetas bajan esto hacia la vida a la que estamos acostumbrados, las 12 casas mundanas en la carta natal. Del mismo modo que la existencia de la vida por extensión, los 7 planetas no niegan o disminuyen los signos del zodíaco (los signos del zodíaco están ahí, inmutables: los 7 planetas son, simplemente, su existencia por extensión, bajando algo de ese potencial al mundo), entonces nuestra vida por extensión baja algo de ese potencial eterno al mundo.

Audiencia: ¿Entonces el rol de los planetas es sólo para el mundo, no para la eternidad?

Sí, ya que los planetas existen en el tiempo. Es por eso que el primero de ellos es Saturno: el tiempo. Ellos están delimitados y existen solo en el tiempo.

Nuestra situación con respecto a la predicción y su aparente contradicción entre libre albedrío y predestinación, no se trata de que uno esté viendo la película y se pregunte qué pasará después. La situación es la de la persona dentro de la película. Somos Rick, preguntándonos si será él mismo o Victor Lazlo quien que se suba al avión con Ilsa. ¿Qué decidiré hacer? Rick tiene su libre albedrío. Es su decisión si es él o Lazlo quien suba al avión. Pero – la decisión ya ha sido tomada. La película está en la lata. Y aun así, solo a través de su libre albedrío la película se desenvolverá del modo en el que debe, el único modo en el que puede desarrollarse y como lo hará inevitablemente. La predestinación (la película en la lata) se obtiene solo si Rick ejercita su libre albedrío.

La eternidad de nuestra vida como existe en el Cielo, existiendo completa y totalmente ahora mismo, puede obtenerse solo mientras usemos nuestro libre albedrío. Solo que el libre albedrío existe por extensión, y la predestinación existe en la eternidad. Uno es el 3 x 4, el otro es el 3 + 4. Uno puede existir solo en el tiempo, el otro solo en la eternidad. Entonces, ¿Por qué no podemos ver esto? ¿Por qué no sé si seré yo o Victor Lazlo el que suba al avión con Ilsa? ¡Porque la vida sería el mayor de los infiernos si supiésemos! ¿Se imaginan lo que pasaría si supiéramos todo lo que pasará de antemano? No sería nada placentero. Observen el gran ejemplo de esto, aquel que sí sabía de antemano lo que pasaría. No fue feliz por ello mientras sudaba sangre en Getsemaní. “¿Puedo dejar pasar esta copa? No quiero jugar este juego. Quiero hacer otra cosa.”

Un ejemplo de la relación entre libre albedrío y predestinación es de nuevo con Jesús, quien, como se nos repite todo el tiempo, actuó deliberadamente y ejercitando Su libre albedrío, “en cumplimiento con las escrituras”. Porque, más que nadie, Él sabe lo que hay arriba mientras está aquí abajo, viviendo su vida por extensión. Él sabe el guión. Por lo tanto, deliberadamente elige actuar de la única manera en la que puede actuar. Lo cual es exactamente lo que hacemos, en cumplimiento con nuestras propias escrituras personales, ya que no tenemos alternativa. No existe otro guión; y aun así vivimos según tal guión por nuestro propio libre albedrío.

Sugerir que la película ya está en la lata a menudo hace surgir la pregunta de si realmente necesitamos tomar la iniciativa para crear los eventos de la vida. Seguro que sucederán de todas maneras. ¡Claro que no! A menos que nuestra película se trate de alguien que pasa toda su vida sentado en un sofá. Si Rick no hubiera hecho nada, nadie se hubiera subido al avión.

No actuar no es una opción, a menos que nuestra vida sea de inacción total. Estamos en la película, no en la audiencia. No podemos salir de la película para decidir lo que haremos. Ésta es una ilusión común sobre la naturaleza de la consulta astrológica, como si la consulta existiese fuera de la vida. “Voy a salir de mi vida, hacer la consulta, luego entrar de nuevo a una vida diferente.” Como si Rick fuera a salirse de Casablanca y decidiera a entrar a Cantando bajo la lluvia, porque así se lo sugirió su astrólogo. La consulta es tan parte de la vida – parte de la película – como cualquier otra cosa.

Si no hubiera ocupado los minutos entre la acción A y la acción B en una consulta astrológica, por más válida o inválida que ésta hubiese sido, o si presté o no atención a la misma, hubiera hecho cualquier otra cosa durante los minutos entre A y B, aunque solo me hubiera rascado la nariz. Por lo tanto, la acción B hubiera sido imposible, porque mi situación habría sido diferente. La acción C que podría haber tomado podría haber sido muy similar a la acción B, pero no habría sido la acción B. Si B es lo que está en mi película, B es la acción que voy a tomar.

La paradoja aparente entre libre albedrío y predestinación es que ambas cosas existen – bueno, uno podría decir que “al mismo tiempo”; pero existen al mismo tiempo solo para nosotros en éste mundo de extensión; solo en extensión existe un mismo tiempo para que ambas existan, ya que, en la eternidad, no existe el tiempo. La dificultad al comprender esto se debe a nuestro punto de vista. Como estamos aquí, en este mundo de extensión, no somos capaces de pensar en términos que no impliquen tiempo, un antes y después. Como se demuestra por el hecho mismo de nuestro pensamiento en todo: hubo un momento antes de que haya tenido este pensamiento; hay un momento después de que tuve este pensamiento. Pensar solo es posible dentro del tiempo.

Este es el significado del mito de los Gemelos, Castor y Pólux. Está Castor, la vida en extensión, que deriva en el duelo, ya que lo que existe en el tiempo debe morir. Y está Pólux, que es inmortal – ya que existe ahí arriba, en la eternidad. En el lenguaje del mito, los hermanos son la misma persona, vista de diferentes maneras. Estos gemelos nacieron en un huevo, la imagen del alma, nuestra alma. Pero no es cada uno un 50% de nuestra alma, una mitad mortal y otra mitad inmortal. Ambos son 100% de nuestra alma, porque los hermanos son la misma persona, vista de diferentes maneras. Existen 100% dentro de la extensión, en este mundo; existen 100% en la eternidad, del mismo modo que 3 y 4 existen en el 3 + 4 de la extensión y en el 3 x 4 de la eternidad. Esta es nuestra misma situación: estamos 100% aquí abajo y 100% allá arriba. El problema radica en que mayormente estamos al tanto del 100% que existe aquí abajo.

Todo esto suena sin duda muy abstracto y teórico. Pero todos lo sabemos en un modo real y no abstracto, porque todos lo hemos experimentado cuando entramos por esa puerta hacia la eternidad que se abre a través del amor. Cuando amamos, aquel que es totalmente yo, la totalidad de mí, ama al que es completamente tú, la totalidad de ti. Ok, nos alejamos de esa percepción a través del desgaste del tiempo, pero el amor es lo verdadero, no el desgaste. Y al estar enamorados, conocemos bien esa sensación de salirse del tiempo: “Ah, cariño, siento que te conozco desde siempre”. Tal sentimiento no es una ilusión romántica, sino que es totalmente real: una percepción de nuestra propia vida que existe, ahora mismo, completamente formada, en la eternidad.







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