sábado, 12 de septiembre de 2015

Hay un destino ?. Por Jesús Rosauro.










 ¿Hay un Destino?
 

¿Quién no se ha preguntado alguna vez si hay acontecimientos y personas que nos están destinadas en la vida? La mayoría hemos experimentado en más de una ocasión un extraño sentido de predestinación al conocer a alguien, o hemos sentido una sensación de familiaridad al encontrarnos en un lugar o en una situación nueva. También, quizás hayamos observado que se producen llamativas sincronicidades vinculadas a vivencias, situaciones y personas. Y a causa de ello, probablemente nos hayamos preguntado si hay un destino, si todo está preparado por algún misterioso diseño mágico, o incluso quizás nos hayamos llegado a plantear si somos realmente libres para hacer variar el cauce de nuestras vidas. 

Quien ha tenido la oportunidad de conocer la astrología seria, ese tipo de astrología que va mucho más allá de unas cuantas descripciones simples de los signos del zodiaco, habrá podido comprobar que hay vivencias y acontecimientos que parecen estar destinados en la vida. En la carta astral de nacimiento, las posiciones planetarias proporcionan una descripción detallada, precisa y objetiva de las tendencias conscientes e inconscientes de una persona. Y a través de la carta astral anual, un estudio astrológico que se realiza periódicamente (habitualmente cada año), se puede comprobar que en los movimientos planetarios se ven reflejados los cambios y las vivencias significativas que se van sucediendo a lo largo de la vida. Ante este hecho, que es una realidad objetiva y comprobable para cualquiera que haya tenido la oportunidad de asomarse al universo astrológico, se puede entrever un diseño misterioso, que desde el nacimiento ya tiene "organizadas" muchas experiencias que se irán sucediendo a lo largo de la vida. Esto nos muestra la evidencia de que hay un destino operando en la vida de todos nosotros. Y a partir de esta realidad, cabe preguntarse si todo lo que nos ocurre forma parte de ese destino, cuales son sus mecanismos, qué finalidad tiene, y sobre todo, hasta qué punto somos libres para cambiarlo. Interesantes preguntas a las que trataremos de dar respuesta.

Últimamente estamos asistiendo a un paulatino despertar de la humanidad a realidades desconocidas para la mayoría de las personas. Dimensiones  paralelas de las que no nos han hablado en las escuelas, en las universidades, ni en las iglesias. Realidades de las que siempre se habló en las antiguas escuelas esotéricas, llamadas también escuelas de “misterios”, porque hablaban de muchas cosas no experimentadas ni comprobadas por una joven, inexperta e incrédula ciencia emergente desde hace tres siglos, y la cual, dicho sea de paso, aún anda en pañales. Una ciencia, que como el Santo Tomás de los evangelios, tiende a afirmar; si no se puede ver y palpar, es porque no existe. Pero últimamente, algunos científicos se han encontrado de manera “fortuita” con algo nuevo, algo que les ha brindado un novedoso camino de investigación. A pesar de cargar con rígidas programaciones mentales a nivel académico, estos científicos se han mostrado dispuestos a adentrarse por un camino de descubrimientos, cuanto menos sorprendentes.  Entre los más conocidos por sus obras literarias están: Raymond Moody, Brian Weiss y Michael Newton. Uno de ellos es psicólogo y los otros dos médicos psiquiatras con formación científica tradicional. A los tres les ocurrió algo similar; mientras ejercían en su consulta médica ordinaria, tratando a pacientes con problemas típicos de ansiedad, fobias, etc., se encontraron con acontecimientos totalmente imprevistos e inesperados; algunos de ellos comenzaron a describir cosas que desafiaban totalmente todo lo conocido y experimentado en sus actividades profesionales hasta ese momento. 

En estado mental denominado en el argot profesional, como estado alfa o de relajación profunda, les describieron con mucho detalle, “extrañas” experiencias y recuerdos intensos en los que se veían a sí mismos en épocas antiguas, a veces de muchos siglos atrás, viviendo situaciones diversas que de alguna u otra forma estaban relacionadas con sus vidas actuales. En muchas ocasiones reconociendo a personas, que en la actualidad son cercanas a ellos o con las que mantienen vínculos significativos en sus vidas actuales. 

Lo más sorprendente, que es la parte más significativa en relación al tema que nos ocupa del destino, es que muchos describieron su permanencia en lo que denominaron como el “espacio entre vidas”. Pudieron recordar y describir con mucho detalle su propia muerte en su última vida, y el lugar en que se adentraron después de haber dejado su cuerpo físico. Pudieron ver y sentir claramente cómo continuaba su existencia en un mundo paralelo. Un espacio de transición, en el que preparaban y organizaban cuidadosamente la siguiente existencia física para volver a nacer y seguir aprendiendo y evolucionando. Todos describieron experiencias muy similares; hablaron de un primer periodo de repaso y reflexión profunda sobre la última vida vivida, y de una fase posterior, en la que varios seres sabios y bondadosos -llamados guías espirituales- les ayudaban a comprender su estado evolutivo y les asistían en la preparación de una  nueva vida. Una vida con las condiciones más favorables y adecuadas para mejorar y crecer en valores espirituales y en sabiduría. Entre los objetivos para la nueva vida, con frecuencia tenían que resolver asuntos pendientes de vidas anteriores, y saldar “deudas” con personas con las que habían tenido conflictos que se quedaron sin resolver.

Según lo que experimentaron, todos coincidían en que allí se prepara cuidadosamente una nueva existencia, acordando reencuentros y organizando situaciones muy concretas que les sirviesen de estímulo para comprender y mejorar como seres humanos. Para ello, debían planificar encuentros, relaciones, enfermedades, separaciones, pérdidas, cambios de fortuna, giros inesperados en la vida, etc... Si confiamos en estos testimonios avalados por investigadores serios, y consideramos estas importantes revelaciones, podremos entrever claramente que hay muchas cosas en la vida que han sido preparadas previamente con una finalidad muy concreta; aprender, evolucionar y mejorar como seres humanos, para así poder llegar a una meta común: la felicidad y la autorrealización. 

Llegados a este punto, lo que cabe preguntarse es: ¿todo lo que vivimos forma parte de un plan? y ¿dicho plan nos condiciona hasta el punto de encajonarnos en un programa rígido que nos coarta la libertad? La respuesta es; NO. Y a través de un ejemplo sencillo, podremos comprender la inteligencia y efectividad con la que opera el “plan” predestinado antes del nacimiento.

Imaginemos por un momento que organizamos un viaje a un lugar desconocido, planificándolo con sumo detalle; reservamos el vuelo de ida y vuelta, un coche de alquiler con el que nos moveremos, preparamos también un circuito por lugares que visitaremos, haciendo reservas en los hoteles en los que nos alojaremos en las diferentes poblaciones o ciudades que deseamos conocer. Imaginemos, que además de visitar lugares nuevos, también queremos desarrollar nuestra destreza y agilidad para movernos por sitios desconocidos, por lo que organizamos el viaje quedándonos un día en cada ciudad. Además, si necesitamos desarrollar nuestra capacidad de adaptarnos a los cambios, dormiremos en hoteles de diferentes categorías. Y si además de todo ello, nos proponemos desarrollar la paciencia y la tolerancia, nos vamos de viaje con una persona con la que sabemos que pueden surgir conflictos, debido a que tiene ritmos y gustos diferentes a los nuestros en comidas y otras cosas. En un viaje de estas características, evidentemente hay muchas cosas que están preparadas; vuelos, coche, alojamiento, compañía; ese sería el destino. Y además, tenemos la posibilidad de aprender habilidades nuevas, crecer, y pulir nuestro carácter a través de las oportunidades y los desafíos que esas situaciones nos van a brindar. ¿Hasta dónde desarrollaremos la atención, la destreza, la adaptabilidad, la tolerancia, la paciencia..?, depende de nosotros, de lo que aprovechemos las oportunidades, de nuestro esfuerzo por estar atentos, de nuestro entusiasmo por aprender de los errores. Y lo que no logremos aprender y desarrollar, sencillamente lo dejaremos pendiente para el próximo viaje que con seguridad se planificará en otro momento.

Si hacemos el paralelismo simbólico entre este ejemplo y la evolución del alma a través de sucesivas vidas o reencarnaciones, veremos dos cosas muy claras. La  primera: en cada vida nos preparamos las condiciones idóneas para crecer y aprender. Y la segunda: el punto de crecimiento en el que nos quedamos al morir, lo retomamos en la siguiente encarnación, que siempre es cuidadosamente preparada en función de las necesidades que se tienen para la siguiente etapa del camino evolutivo.

Cuando estudiamos una carta astral natal, lo que el mapa planetario nos muestra es el diseño, el plan del alma para la nueva vida que comienza en ese preciso momento. Ahí están reflejadas las habilidades que ya se han desarrollado en “viajes” anteriores, y las cualidades que están pendientes de aprender y desarrollar en el viaje que acaba de empezar, y que conforman el nuevo plan o “mapa de ruta”. Y cuando analizamos una carta astral anual, a través de los movimientos planetarios que se van sucediendo año tras año, se pueden ver reflejados los momentos significativos e importantes en los que se producirán los cambios y surgirán las nuevas situaciones, previamente preparadas, como oportunidades disfrazadas para avanzar, aprender y crecer. Qué vamos a hacer con esas oportunidades, cómo las aprovecharemos, cómo vamos a manejar los cambios, los encuentros… eso depende de nosotros, de nuestro libre albedrío, de nuestra capacidad de reflexión, decisión y elección. El plan es, con mucha probabilidad, el más adecuado e incluso el más perfecto para cada uno de nosotros. Cómo aprovecharemos dicho plan, depende exclusivamente de nuestra dedicación y compromiso con el trabajo a realizar.

Entre las cosas más importantes que el alma se prepara, está el acuerdo con los dos seres humanos que se unirán para traerla al mundo físico, y pueda nacer a una nueva existencia; sus padres. Ellos representarán y reflejarán el grado de crecimiento y evolución en el que se encuentra el alma al nacer, ellos le proporcionarán las bases y las condiciones idóneas para que pueda crecer y madurar. Por lo que es fácil deducir que no están elegidos al azar ni mucho menos. Independientemente de como sean, con sus cualidades y sus deficiencias, siempre son los padres perfectos para cada uno, siempre. Ellos nos proporcionan las bases de lo que con el tiempo será la personalidad adulta. Llegados a este punto, es lógico que, las personas que han vivido experiencias traumáticas y dolorosas en la infancia con sus padres, pongan en tela de juicio, e incluso rechacen lo que se está afirmando. Pero es así, aquí no hay cabida para el error, los padres no son producto del azar, ni mucho menos un castigo que el alma se inflige a sí misma cuando estos tienen graves deficiencias como educadores. Los padres son nuestros primeros grandes maestros; a través de sus aciertos y sus equivocaciones - habitualmente sin ser conscientes de ello- nos enseñan las primeras y más importantes lecciones. Nos muestran "los frutos que debemos cultivar y las malas hierbas que debemos arrancar". El encuentro, el acuerdo, se produce por afinidades psicológicas, y supone una ayuda mútua para el crecimiento de las almas implicadas. Por lo que entre otras cosas, nos muestran con detalle aquellos aspectos de nuestra personalidad que hemos venido a cultivar, a corregir o a transformar. No hay más, es así de sencillo y de complejo al mismo tiempo. Recordemos que la hoja de ruta está perfectamente conformada y organizada, que los personajes más importantes tienen algo esencial que mostrarnos o enseñarnos. Es cierto que a veces el aprendizaje es doloroso, pero también es cierto -y si somos sinceros con nosotros mismos lo veremos claramente- que muchas veces no nos movemos, ni reaccionamos, hasta que no sentimos dolor. En la vida hay dos vías para el crecimiento; el dolor y la comprensión. Y muchas veces, sobre todo cuando el alma es más joven e inexperta, suele ser necesario el dolor para empujarla hacia la búsqueda de la comprensión que la ayudará a crecer. Cuando juzgamos a nuestros padres, nos estamos considerando superiores a ellos. Y si esto ocurre, tenemos un gran trabajo que hacer si queremos avanzar. En qué consiste el trabajo, queda para la reflexión de cada uno…

Uno de los grandes sabios del pasado lo dijo muy claro; no hay un solo pelo de nuestra cabeza que se nos caiga y que pase desapercibido a la gran Inteligencia Divina Creadora. En esta enseñanza que parece tan simple y tan misteriosa, hay un contenido inconmensurable.
 
 







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